
Desde los mogotes hasta los ríos encantados, desde los versos de Corretjer hasta un cafecito donde Pichi…
Ciales no es un punto en el mapa. Es un sentimiento.
Y esa fue la chispa que encendió esta canción.
Un reguetón tropical que va mucho más allá del perreo.
Una historia contada en ritmo, construida con poesía, orgullo y raíces.
Esta canción nace como nace una promesa, como una conversación entre generaciones.
Es el viaje de un joven de San Juan que dice “hoy me voy pa’ la isla”, no porque cruce mar, sino porque para muchos de la metro, ir al campo es volver al alma.
Y ese destino tiene nombre: Ciales, Puerto Rico.
La historia comienza en el carro.
Con el sol colándose por el retrovisor, el protagonista de la canción arranca desde el área metro rumbo a Ciales. Va a visitar a su novia, pero en el camino, se encuentra con algo más grande que el amor de pareja:
el amor por la tierra, por las historias, por los rostros invisibles que han hecho de Ciales un pueblo eterno.
En el trayecto, como todo buen boricua, se encuentra con la famosa Recta de la Muerta, una carretera cargada de leyendas urbanas.
Se dice que si vas solo de noche y miras por el retrovisor, puedes ver una silueta montada que no subió contigo.
Por eso en la canción se escucha:
“Cuidado, es la recta de la muerta… no mires pa’ atrás, que se monta…”
Un escalofrío con sabor a cuento de abuela.
Un guiño a la oralidad que sigue viva, aunque estemos rodeados de smartphones.
Al llegar a Ciales, el paisaje cambia.
La música se vuelve plena.
El aire huele a montaña y a recuerdos.
La canción nos lleva al corazón del pueblo:
el cafecito donde Pichi, sentado en un mueble de los Villalobos.
Sí, esos muebles artesanales que son casi patrimonio de la ciudad.
“Me tomé un cafecito donde Pichi, sentado en un mueble de los Villalobos…”
Esa línea no es casual. Es un homenaje a la artesanía cialeña, a la madera que cuenta historias con cada veta tallada.
Pero el café no es solo bebida.
Ciales es la Tierra del Café, con torrefactores en Frontón y Cialitos que todavía tuestan el grano como lo hacían nuestros abuelos.
Y por si fuera poco, la canción menciona una ruta única en el mundo:
La Ruta del Café con Ron junto a Los Pleneros de la Cresta.
¿Eso existe? Tal vez no…
¿Debería? ¡Absolutamente sí!
La letra de la canción va enumerando con cariño cada rincón de Ciales:
Pozas, Pesas, Jaguas, Hato Viejo, Toro Negro, Cordillera, Cialitos, Frontón, Cumbre…
Barrios con nombre de río, de montaña y de historia.
Y hablando de ríos, la canción no olvida a los protagonistas naturales del pueblo:
Todos ellos no solo refrescan la tierra.
Refrescan el alma.
Sus nombres parecen sacados de un poema épico, y por eso están aquí: cantados como se cantan los milagros cotidianos.
Uno de los versos más hermosos de la canción es el que nos lleva al Paseo Lineal de Ciales,
ese lugar donde los emprendedores locales venden desde dulces hasta sueños.
“Caminé por el Paseo Lineal, donde el corazón late en lo artesanal…”
Allí, entre sombreros de paja y risas de niños,
se siente aún la voz de un gigante: Juan Antonio Corretjer.
El poeta eterno, nacido en Ciales, que escribió:
“Yo sería borincano aunque naciera en la luna…”
Y así como Corretjer amó su pueblo, esta canción también lo ama.
Lo canta.
Lo honra.
Y lo hace perreable sin perder el alma.
No podía faltar en la letra la piedra bendita,
esa que, según cuentan, si una doñita se sienta… se convierte en señorita.
“En el pueblito de Ciales hay una piedra bendita, que la vieja que se siente, aparece señorita.”
Y claro, el Cerro de los Caciques, con sus mogotes que parecen bustos taínos,
nos recuerda que aquí hubo lucha, aquí hubo raíz, aquí hubo espíritu indígena… y sigue vivo.
Esta no es una canción más.
No fue escrita pa’ llenar el algoritmo.
Fue escrita pa’ que el corazón de Ciales suene en bocinas en Florida, en Nueva York, en la diáspora y en cada rincón del mundo donde haya un boricua extrañando el monte.
Fue escrita para ti, que sabes que el orgullo no se grita, se canta.
Y si lo vas a cantar, que sea con el alma y con ritmo.
Si esta historia te movió el corazón… escucha la canción.
Si te dolió como dolió escribirla… compártela.
Si sientes que esto debe ser conocido… hazlo correr.
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